domingo, 22 de octubre de 2017

Lume.

Dicen que no sabes lo que es el infierno hasta que estas en el.
Pues bien, yo he estado en uno y esta vez no era el mio.
Hace exactamente una semana mi familia, como muchas otras, supimos de primera mano lo que es el terror, el pánico de ver como puede que un pedacito de ti desaparezca de tu vida.
Sí, recuerdo perfectamente esa sensación de pánico, de no saber que hacer, de ver como el fuego se acerca y tu única salida es abandonar tu hogar a las prisas y correr por tu vida (literalmente).
Las horas posteriores y anteriores, podría definirlas con la palabra incertidumbre…

¿Llegará el fuego hasta aquí? ¿conseguirán apagarlo antes de que eso pase?¿como estará la gente?

¿Se quemaría mi casa?¿Lo perdería todo?¿Lograrían escapar los animales?

Ojala empezará a llover.

Trincheras. Guerra. Comparo una y otra vez las imágenes que vi con eso. Ver a lo lejos como el fuego se propagaba de copa en copa y de un momento a otro correr porque llueven cenizas ardiendo. Porque llueve el caos.

Esto ha sido un atentado, aunque como siempre, somos la esquina izquierda de la que el resto de España se olvida.
¿Cuantos bomberos nos envió el estado? 20.
¿Cuantos incendios estaban activos en toda Galicia? Más de 30.
¿De que hablo la mañana siguiente en el noticiero? De la independencia de Cataluña.
¿Quien apago la mayoría de los fuegos? El pueblo.
Porque sí, seremos paletos, analfabetos, tontos, pueblerinos… pero este incendio me ha demostrado que cuando atacan nuestra colmena, la defendemos como un enjambre. Y es sin duda la única cosa buena que me llevo de este desastre.

Porque sí, Galicia é fermosa,
pero a súa xente o é aínda máis.